Los árboles parlantes de Dodona

Homero y Herodoto mencionan la existencia de unos robles o encinas (la especie de árbol depende de la fuente de donde se tome la historia) en un templo dedicado a Zeus o Júpiter, que tanto monta, en la ciudad de Dodona en tierra de los pelasgos (el primer pueblo que habitó Grecia desde la Edad del Bronce), que servía de nexo de comunicación con los dioses. En el hueco vacío de los troncos se metía un sacerdote que respondía a las preguntas que previamente entregaban los fieles escritas en pequeños tablillas de plomo. El consejo divino se transmitía unas veces a través del zureo de las palomas, otras por medio del murmullo de las hojas de los árboles, o bien por el tintineo de una cadena que unía los calderos de cobre situados sobre trípodes al pie de los árboles. El peculiar lenguaje divino era interpretado por el sacerdote o la profetisa. Restos arqueológicos de lo que podía ser la ubicación del Oráculo de Dodona se han encontrado en Tomaros (montes Pindo) en la frontera entre Grecia y Albania.
Cuenta Peridoto que en tiempos de Augusto el Oráculo de Dodona ya había desaparecido y su lugar había sido ocupado por el Oráculo de Delfos. El historiador griego se hace eco de lo que refiere Homero sobre el Oráculo de Dodona en la Illiada, así como recoge la versión que sobre su creación le dieron los sacerdotes del templo Júpiter Tebéo en Tebas (Antiguo Egipto).