Existen infinidad de libros de arqueología y antropología que hablan de oráculos, adivinos, chamanes y brujos existentes en la antigüedad en casi todas las civilizaciones y culturas primitivas. Muchas páginas webs ofrecen información interesante sobre los oráculos más importantes de la antigüedad en el Mediterráneo. Aunque no es el objetivo de Dormir para Soñar profundizar en este asunto. Al investigar sobre la función de los sueños como motor de la evolución social de las civilizaciones mediterráneas que forman parte de nuestro bagaje cultural y nuestro inconsciente colectivo he tropezado con los oráculos que, desde mi punto de vista, surgen por la necesidad de aquellos seres humanos desvalidos maltratados por desastres naturales para ellos incomprensibles, que azotados por adversidades de todo tipo en un tiempo inclemente, acudan a obtener consuelo en las divinidades a las que preguntaron por un futuro que esperaban fuera más propicio a sus necesidades. La respuesta la recibían los sacerdotes y/o sacerdotisas (intermediarios de los dioses) que al correr del tiempo tuvieron distintos nombres pitonisas, sibilas, profetisas, etc.
La petición se realizaba por escrito en pequeñas tabletas de plomo y se pagaba por medio de ofrendas al templo. La petición de información podía proceder de cualquier persona. Los particulares fundamentalmente preguntaba sobre asuntos personales y domésticos. Pero también adinerados comerciantes acudían al oráculo para saber cuándo era más conveniente iniciar un viaje o realizar un negocio. Los gobernantes de las ciudades estado se interesaban por conocer si iban a ganar la guerra que estaban preparando.
En realidad el oráculo era un consejo por lo general conciso, a menudo sentencias populares y siempre tan ambiguo y general que exigía interpretación. Hasta tal punto era respetado el oráculo que cuando se equivocaba se daba por hecho que no había sido bien interpretado.