En España, la democracia se ha convertido
en una farsa. Farsantes y perversos gobernantes amorales
si no corrompidos, ladrones, malversadores y prepotentes, subidos
al carro de la democracia para hacer carrera. Bien trajeados,
bien comidos, bien bebidos, magníficamente pagados, condecorados
y excelsos jubilados eméritos: atajo de ineptos abusones
que nunca comprenderán la angustia de los trabajadores
en paro, incapaces de ver el resquebrajamiento de la democracia;
ya que cuando no hay justicia social, ni imperio
de la ley, ni separación de poderes el sistema se
convierte en una farsa .
Farsantes y usureros los banqueros por no tener
escrúpulos en arriesgar los ahorros de los españoles
dando préstamos a constructores especuladores con los
que nos hipotecábamos de por vida mientras ellos se lucraban;
invirtieron nuestro dinero y los beneficios de los préstamos
hipotecarios comprando a saldo bancos en el extranjero en vez
de crear un tejido industrial y tecnológico que estabilizara
nuestro futuro. Qué control es el que practican las autoridades
financieras españolas que ni se inmutan cuando los bancos
exhiben sus ganancia, mientras los clientes ven desaparcer sus
fondos de pensiones. Nos hacen que aplaudamos sus beneficios
millonarios a costa de la descapitalización de la clase
media; habrá que
rezar para que ahora no financien a los mismos morosos disfrazados
de lagarterana y provoquen la bancarrota del Reino, una
más; no sería la primera en la historia de España .
Farsantes y malvados (gobernantes, políticos,
empresarios, comerciantes, padres y educadores.) los que defraudan
las expectativas de los jóvenes a los que se mantiene
en la inmadurez del estudio permanente en formaciones profesionales
(FP) y carreras universitarias ajenas a la dura realidad de un
mercado laboral que puja por el mínimo costo sin importar
la cualificación y que luego tiene la desvergüenza
de responsabilizar a los trabajadores de la baja productividad.
Farsantes y especuladores empresarios, directivos
insensatos, incapaces de crear empresas con solvencia, incansables
pedigüeños a gobiernos despilfarradores: unos venden
el patrimonio público que no les pertenece y otros ofrecen
financiación a empresas que levantan imperios de barro
con dinero prestado sin que la bancarrota haga mella en su patrimonio
personal. Esclavistas inhumanos para quienes los obreros y empleados
somos herramientas con fecha de caducidad unas veces y estúpidos
consumidores otras. Codiciosos insensatos incapaces de repartir
unas migajas de la riqueza y el superávit que todos juntos
hemos creado, pero en el río revuelto de la crisis pescan
ultrajantes reformas laborales.
Farsantes y oportunistas aquellos que proponen
bajar a mínimos primero para eliminar la indemnización
por despido después en plena crisis, lo que significaría
la inmediata pérdida del empleo para los trabajadores
mayores de cincuenta años a excepción de los funcionarios.
Farsantes y cobardes nosotros, los ciudadanos,
los trabajadores, el pueblo, porque quien no defiende sus
derechos verá como se los arrebatan uno a uno; porque
sin trabajo no hay dignidad y es imposible ejercer la libertad.
Farsantes y oportunistas los sindicatos convertidos
en carcasas vacías a rebosar de miedosos funcionarios
o fanáticos simpatizantes de revoluciones fracasadas y
sangrientas de un tiempo definitivamente superado. Sindicalistas
perdidos y desorientados incapaces de reaccionar ante los ataques
infundados de xenofobia, palabra-pantalla detrás de la
que se esconde y justifica el esclavismo que sufre la inmigración
que tiene el derecho a trabajar en igualdad de condiciones: igual
salario y prestaciones sociales en el país de acogida
cuando sobra el trabajo. No hay que tener miedo a las palabras,
sino a la injusticia, a la corrupción, al fraude, al abuso
y a que no se cumpla la ley. Los inmigrantes ilegales deben ser
devueltos a sus países de origen y crear canales legales
por los que discurra el flujo migratorio laboral de forma ordenada
y beneficiosa para todos. ¿Es tan difícil? Y, por
supuesto, primero los españoles, ¡primero los de
casa! ¡Pasa algo!
Farsantes y engañabobos, primero tragamos
con los Pactos de la Moncloa, por la paz social, luego con los
Pactos de Toledo, después con el trabajo temporal y la
flexibilidad, imprescindible, decían para crear puestos
de trabajo. La consecuencia fue destrucción de puestos
de trabajo fijos, los contratos basura y los contratos de prácticas
permanentes; pero no era suficiente, querían ganar más
y se montó lo de la inmigración masiva que no es
de ahora, empezó durante el Gobierno de José María
Aznar. El trabajo esclavo, entonces el paro aumentaba lentamente
y se nutría de trabajadores españoles de edad,
ahora el sistema financiero se ha venido abajo y si además
disminuyen o desaparecen las indemnizaciones por despido sin
dar tiempo a la recuperación o transformación del
tejido industrial y a la racionalización del mercado laboral
con sindicatos fuertes que hagan de contrapeso: la debacle.
Farsantes, malvados, perversos, abusones, mentirosos,
corruptos, usureros, cobardes, oportunistas e inútiles
que se han olvidado que gobernar en democracia es gestionar para
los de casa y los de casa somos todos los españoles. Aprendamos
de una vez por todas que la democracia son hechos: hechos, hechos,
hechos, hechos… y el que se corrompe: fuera, y el que en vez
de gobernar está en permanente campaña electoral
y haciendo clientes: fuera. La democracia significa exigir al
gobernante de turno que gestione la riqueza pública honesta
y honradamente en beneficio de los españoles, si cumplido
su plazo no resuelve y no cumple el programa por el que se le
ha votado: fuera. Eso y más cosas es la democracia.
Mi madre me ha contado a raíz de los últimos
acontecimientos que con el rey Alfonso XIII y antes de la Guerra
Civil a las puertas de las iglesias y en cada peldaño
de las escaleras del metro de Madrid había un mendigo
pidiendo, por lo general hombres sin trabajo y personas mayores.
He sentido un escalofrío. No sé por qué me
ha venido a la mente esa imagen.
Madrid 2009