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De entrada lo

niegan todo:

las vacas

locas, el

clembuterol, la

salmonelosis,

los topillos,

la lengua azul.

Todo lo que

tiene

verdadera

trascendencia

para la salud

pública va

debajo de la

alfombra.

El caso es no

cargar con

el muerto.

 

MONÓLOGOS

¡Mentir no!

Nunca hubiera imaginado que me sucedería a mí. Cuando me despidieron me dio por reflexionar y llorar. Por qué yo, por qué a mí. Al parecer es un comportamiento normal.

He llegado a la conclusión de que en mis primeros trabajos perdí el tiempo, hasta que llegué al periodismo alimentario. Ahora lo estoy pasando fatal, pero me he reído un montón: la de barbaridades que se hacen y quedan impunes. Durante un tiempo suprimí la carne de mi dieta y en este momento me gasto una pasta que no tengo en comprar carne auténtica para el niño.

Después de veinticinco años de entusiasta fidelidad perruna en la Organización Colegial Veterinaria, ya me ven: periodista cincuentona con hijo busca trabajo. Lo pienso y es que me parto de la risa, por no seguir llorando, claro.

De entrada lo niegan todo: las vacas locas, el clembuterol, la salmonelosis, los topillos, la lengua azul. Todo lo que tiene verdadera trascendencia para la salud pública va debajo de la alfombra. El caso es no cargar con el muerto.

Yo, como una madre, les decía, ¡mentir, no! ¡mentir, no!

Ni caso que me hacían, para qué, si les iba de maravilla. Quién se iba a atrever a pedir responsabilidades al veterinario. A mí me despidieron por alarmista y ellos siguen de funcionarios en la inspección alimentaria y de la sanidad animal. Incluso tenemos el mismo director general de Ganadería; pero los casos de vacas locas no cesan, hay más casos de lengua azul, y pimientos tóxicos, y la carne llenando de agua la sartén.

Lo pienso y me parto de la risa.

Cuanto más gorda sea la mentira mejor, sólo hay que poner cara de póquer y, eso sí, mensaje corto. Si no cuela a la primera se repite varias veces. Conozco expertos que enseñan a los políticos y a estos personajes a parecer sinceros y convincentes, aunque algunos ni con ésas, ya que destilan maledicencia en cada uno de sus movimientos y cuando sonríen te palpas por si te falta la cartera.

Acudí a varios seminarios sobre técnicas de comunicación, luego les pasaba el informe. ¿Es gracioso, verdad?

Lo que me han contado de aquellos 1.549 de Delphi todavía es mejor ¿o peor?

Contra la mentira publicada se puede luchar, como hago yo en este momento. Ahora bien, los bulos son más peligrosos. Un empresario me contó que le comentaron que en Delphi había un 24 por ciento de absentismo. ¡Yo me partía de la risa, pero él estaba convencido de que era verdad! En tal caso deberían haber despedido a la directiva ¿o no?

Qué les importa la verdad o la mentira, el propósito es sembrar la duda para justificar la destrucción de empleo digno y dejar espacio a la explotación y abuso laboral.

Una información inverosimil es mucho más creíble en una sociedad acostumbrada a las noticias tremebundas y aberrantes. Son técnicas de creación de opinión y de control de masas. Muy divertido.

El asunto de El Corte Inglés lo dejo para otro momento, este monólogo ya no me hace ninguna gracia.

2006

Concha R. Canfrán, periodista. Contacto: canfran@conajo.es ó conrodricanillas@yahoo.es Tfno +034 616890855